10/5/18

Palabras de Ramón Dominguez, SCJ, ante su nueva misión en Roma






“Me siento ante el ordenador, escuchando música y me pongo a poner por escrito, de una forma sencilla, pero sincera y profunda aquellas preguntas que he recibido desde Comunicación para su posterior publicación en nuestras redes. Me cuesta realizar una entrevista y más subrayar todos aquellos sentimientos que brotan hoy y que a lo largo de estos últimos meses han convivido en mi cabeza y en mi corazón. Pero si hoy tengo que reseñar un sentimiento que me ha acompañado a lo largo de este día es el aliento y el no estar/saberme sólo. Me he sentido muy acompañado por muchas personas que se están comunicando conmigo. Pero, sobre todo, me he sentido acompañado por Dios que con su aliento me anima. Gracias por tanto compartido y sentido: hoy y siempre.

Muchos sentimientos han brotado a lo largo de estos últimos meses: silencio, soledad, miedo, tristeza, debilidad, pero también fortaleza, confianza, etc. Cuento con muchas personas que me alientan y con un Dios que me acompaña en mi vida cotidiana.

Siempre que hay un cambio nos embarga el miedo. Estamos muy habituados a nuestra zona de confort. Nos acomodamos y nos acostumbramos a estar en los sitios. Tenemos querencia y deseamos estar en ese sitio para desplegarnos y crecer como personas, religiosos, etc. Pero el cambio nos mueve, nos inquieta y, a veces, nos desestabiliza. Aunque no lo comprendamos, es bueno, porque el cambio nos hace crecer, responsabilizarnos de nosotros mismos y de los demás. El cambio supone ruptura, decir adiós y abandono. Pero también nos viene a decir hola, acogida, cambio, transformación y esperanza en el futuro.
Me he sentido muy acompañado en estos meses, por la vida que se me ha regalado. Me han enseñado a acoger la vida desde la sencillez y a ser acompañado en toda circunstancia.
Las tareas no me dan miedo. Siempre he sido una persona responsable, servicial y he deseado hacer las cosas encomendadas lo mejor posible, siempre contando con los demás.

Ahora se produce un cambio y una ruptura en mi labor pastoral. Siempre dedicado a la formación y a la educación escolar ahora se me encomienda la tarea de profundizar, reflexionar, dar a conocer, divulgar, hacer presente y palpable la vida de aquellas personas de nuestra congregación (TESTIGOS) que han tenido una vida de santidad al servicio de Dios y de los demás.

Hablar de santidad puede conllevar el error de hablar de espiritualismos falsos, pero la santidad está al pie de la calle. En nuestra Congregación tenemos muchos religiosos fallecidos que han llevado una vida de sencillez, siendo testigos de Jesús de Nazaret, que han seguido sus huellas y han experimentado el amor de Dios y lo han transmitido a los hermanos haciéndolo visible y palpable. Mi tarea es fomentar la devoción y hacer que nuestra Familia Dehoniana los conozca y sean ejemplo de vida para nuestra realidad cotidiana.

Mis expectativas en esta misión encomendada en primer lugar es la de aprender mucho, dejarme enseñar por los maestros, por aquellos que me han precedido, ya que han realizado una labor encomiable y han abiertos grandes sendas en el dar a conocer a nuestros santos y protectores. Todo lo recibido es gracias a ellos. Después quiero empaparme de la espiritualidad, el carisma, el buen hacer y la santidad de nuestros santos. Una tarea sencilla, pero a la vez intensa, es dar a conocer en nuestra Familia Dehoniana a estos testigos que nos ha precedido en la fe. Todos ellos nos pueden ayudar a encontrarnos con nuestro Dios y a hacer palpable y posible la experiencia con Él.

Me va a tocar decir ADIÓS, una palabra dura, que suena a despedida, cambio, distancia, separación. Pero tengo la convicción de que crecemos con el adiós para seguir viviendo, aprendiendo y madurando. Es necesario decir adiós. Un adiós realista que conlleva el crecimiento y no escapista, ni evasivo y, menos, huidizo. Un adiós para afrontar la novedad, el cambio; un adiós que es aprender a soltar y a vivir según el nomadismo. Es verdad que esto produce inseguridad, pero también es apertura a la vida y a la novedad.

Pero también me toca decir HOLA, como capacidad de estrenar realidad, de acoger acontecimientos, de posibilidad de cambio para seguir siendo yo mismo de una manera distinta. Hola es novedad en la historia; es capacidad de sorprenderse en una apertura que enriquece relacionándonos, escuchándonos, vinculándonos a la vida. En definitiva, decir hola es creatividad y decir que no puedo controlarlo todo. Por fin, decir hola es reconocer que me queda camino por andar en compañía de Dios y de mi próximo.

Echar de menos. Pues sí. Todo. El motivo la lejanía y la distancia en Km, pero nunca en sentimientos y afectos. Echaré de menos a mi familia, mi comunidad, provincia scj, amigos, proyectos, ilusiones, cambios, etc. Pero estoy al lado. Un poco más lejos que antes, pero al lado. Eso me consuela y conforta.
Quiero terminar con una acción de gracias al Dios de la Vida. GRACIAS por la VIDA regalada, GRACIAS Dios Padre-Madre por hacerme sentir y ser parte de la gran familia religiosa scj. Doy gracias por todos los momentos tan buenos que he compartido, vivido y experimentado en tantos sitios, personas, situaciones, acontecimientos, etc.

Gracias por haberme enseñado, a través de tantos hermanos/as a acoger LA VIDA, acompañando la vida”.

P. Ramón Domínguez



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